Durante muchos años, Escocia fue considerada el patio trasero de Inglaterra, y si bien los ingleses se glorifican por ser una pujante nación que siempre ha estado a la vanguardia económica, política, artística e intelectual, las raíces de todo ese crecimiento estuvieron sostenidas por el eslabón menos valorado del Imperio Británico en los albores del siglo XIX: los escoceses, habitantes de un territorio particularmente frío y que desde los tiempos de William Wallace se han caracterizado por su valentía y esfuerzo.
Es en el país de las gaitas donde nació uno de los licores más emblemáticos y reconocidos en todo el mundo, un whisky que tiene por logo a un ilustre caminante de sombrero y bastón, como si estuviese haciendo una invitación para dar un paseo por la historia y preguntarse sobre cómo un brebaje menor terminó por convertirse en el famoso Johnnie Walker, que en 2016 comercializó más de 223.7 millones de botellas en ventas anuales.
En 1819, al oeste de Escocia, John Walker, un joven granjero de 14 años, tuvo la difícil misión de enterrar a su padre. Eran tiempos difíciles y quedar sin el sostén de la casa era una verdadera desgracia. El trabajo infantil era común, sobre todo en minas y fábricas, así que su familia vendió la granja que dejó su padre como herencia y, con ese dinero, abrieron una tienda de abarrotes en Kilmarnock, East Ayrshire.
A sus tempranos 20 años, el busquilla y abstemio John Walker -nunca bebió el licor que produjo- vendía en la tienda familiar no solo productos de ultramar, sino que también espirituosos como ron, brandy, ginebra y whisky, aunque al poco tiempo se enfocó principalmente en este último, ya que la Ley de impuestos especiales de 1823 relajó las estrictas leyes sobre destilación de whisky, reduciendo los altos impuestos que recaían sobre su producción y venta, lo que explicaba que el comercializado hasta esa fecha fuera de baja consistencia.
Precisamente la baja calidad del brebaje fue lo que gatilló que el joven John Walker se propusiera mejorarlo mediante la mezcla de maltas, el que preparaba y vendía por encargo, pues no tenía etiqueta propia. Varios años pasarían hasta que el whisky de los Walker utilizara su propio nombre, aunque inicialmente se llamaba Walker’s Kilmarnock Whisky (1850).
John Walker fallece en 1857, en plena Revolución Industrial. Su hijo Alexander asumió la administración y rebautizó la invención, en honor a su padre, bajo el sello John Walker & Sons y, en 1860, introdujo la característica botella cuadrada por una razón simple pero bien pensada: cabían más en el mismo espacio y muchas menos se quebraban, pues notó que el arribo del ferrocarril y los barcos a vapor como medios de transporte, permitirían distribuir a gran escala el producto estrella de la familia. A la vez, cambió la etiqueta, aplicando un ángulo de 24° hacia arriba de izquierda a derecha, permitiendo que el texto fuera más grande, más visible y que los consumidores pudieran identificarlo a distancia.


En 1865, Alexander creó la primera mezcla comercial que se se vende hasta el día de hoy: Old Highland Whisky, que registró oficialmente dos años más tarde y que se convertiría en la icónica Black Label (1909), un anticipo de la abundante variedad que esta compañía de whisky pondría a la venta a partir del siglo XX. Y un dato no menor: dada la alta popularidad alcanzada, fueron los propios consumidores quienes empezaron a nombrar masivamente como Johnnie Walker al brebaje, siendo comercialmente adoptado en 1908.
Si de legados se trata, tras el fallecimiento de Alexander Walker (1889) fueron sus dos hijos, George y Alexander II, quienes heredaron la ya bien establecida compañía y la llevaron aún más lejos. Fueron ellos quienes crearon sus etiquetas más reconocibles: Johnnie Walker Red Label y Johnnie Walker Black Label, además de añadir a Striding Man, el famoso isologotipo del Caminante al diseño de la botella, obra y gracia del caricaturista top de esos años, Tom Browne, quien esbozó en el reverso de un menú, durante una comida de trabajo, a un hoy irreconocible hombre andante (1909), pues fue estilizándose conforme avanzaron los años.
A fines de la década de los 90′, surgió el último eslabón de la etiqueta actual, el eslogan Keep Walking -Sigue Caminando-, para acompañar a la más reciente modificación del Caminante, que cambió de dirección respecto a los diseños anteriores y, más recientemente, fue redibujado casi por completo (2015) para que siguiera recorriendo el camino construido por John Walker, sus hijos y nietos a lo largo de la historia, una en la que caminó por cuenta propia hasta unirse a Distillers Company (1925), la que fue adquirida por Guinness en 1986 y que se fusionó con Grand Metropolitan para formar Diageo, en 1997.
En 2020 se cumplieron 200 años desde que John Walker diera los primeros pasos de Johnnie Walker, y aunque la destilería original de Kilmarnock fue cerrada y demolida hace poco menos de una década… Sería ilógico que el whisky del Caminante se detuviera ¿No?
Conoce más de Johnnie Walker a través de su Web: johnniewalker.com Instagram: @johnnie_walker_chile / @johnniewalker
Textos: Ignacio Duque & Javier Valenzuela
Edición General: Javier Valenzuela